LA NUEVA BASÍLICA DE GUADALUPE

Cango. Dr. Eduardo Chávez Sánchez

Instituto Superior de Estudios Guadalupanos | ISEG
Noviembre 2014

Uno de los edificios más llamativos del Recinto Guadalupano, es por supuesto: la Nueva Basílica de Guadalupe. Actualmente es el bellísimo hogar de la Santísima Virgen de Guadalupe, que a través de una arquitectura icónica planeada y proyectada en su mayoría por el Arq. Pedro Ramírez Vásquez, podemos admirar el ayate bendito, donde se encuentra plasmada Nuestra Morenita Amada.

Desde la apertura del Templo el 12 de Octubre de 1976, en una ceremonia encabezada por el Arzobispo de México el Emmo. Sr. Cardenal Darío Miranda, ha sido posible para todos los peregrinos del mundo, conocer a la Virgen de Guadalupe en un espacio reconfortante, que desde la lejanía nos recibe con una forma inusual en su diseño, reflejando una interpretación plástica de la historia del Acontecimiento Guadalupano.

Se observa una gran planta circular que da la posibilidad de apreciar a la Virgen desde múltiples puntos y a diferentes distancias, sin siquiera entrar al edificio; el techo por su parte se muestra con gran movimiento y tonalidad azul turquesa como simulando el manto de María y al mismo tiempo y de manera casi poética el cobijo de la Virgen a sus hijos peregrinos; rematado con una especie de tiara en la parte superior, símbolo de María como la Reina o Patrona Celestial de América. Mientras que al centro del edificio, dentro de una pequeña capilla abierta, encontramos una de las más hermosas frases del Acontecimiento, aquella que entregó paz al corazón de San Juan Diego en 1531 y que hasta el día de hoy sigue alimentando y sanando los corazones:

…¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?…

Dicha frase es un extracto del Nican Mopohua, en el momento aquel que se presenta la Virgen frente a San Juan Diego, posada debajo de la gran sombra de un árbol de cazahuate, escuchando las preocupaciones de su humilde siervo, frente al miedo de enfrentar la posible muerte de su tío Juan Bernardino debido a la enfermedad que le aquejaba y que como primer gran milagro, lograría salvar la Virgen de Guadalupe.

Una vez que se ha disfrutado de la poesía en arquitectura, pueden adentrarse en el templo, recibiendo ese gran abrazo que regala la Virgen a sus hijos.

Los peregrinos son recibidos al centro por el esplendor del altar donde se encuentra Santa María de Guadalupe, plasmada en el ayate de San Juan Diego (que podrán contemplar de cerca a través de las bandas eléctricas que se encuentran bajando las rampas laterales), acompañada en el presbiterio por la presencia de su Hijo Jesucristo en un hermoso crucifijo de madera; a su costado se presenta el protector y guardián de la Sagrada Familia, el amado San José en una bellísima escultura y del otro lado el cuadro con la imagen de San Juan Diego.

A lo largo del recorrido por la Basílica también encontramos: del lado derecho el gran órgano monumental elaborado con 11,000 flautas y en el lado opuesto, una serie de banderas de diferentes países, que conmemora el título que se le dio a la Virgen como la Patrona Celestial de América, dos pequeñas capillas (laterales), una dedicada al Santísimo y otra más a San José, considerados espacios para la contemplación, devoción y oración. Y para finalizar un pequeño tesoro con gran historia: el Cristo del atentado (ubicado a un costado de los confesionarios), el cual nos evoca a lo milagrosa y perfecta que es Nuestra Señora de Guadalupe; ya que fue este crucifijo el que en 1921 tras un atentado en contra de la Sagrada Imagen donde hicieron explotar una bomba cerca del altar, en la Antigua Basílica de Guadalupe, que hoy conocemos como Templo Expiatorio a Cristo Rey; protegió a la Virgen de Guadalupe recibiendo el impacto para que saliera intacto el ayate, de tan grave situación.

Cada detalle de este Templo nos evocará la historia y el mensaje de amor de la Virgen que sólo basta con que nos detengamos a contemplarlo, interpretarlo con los ojos del corazón y disfrutarlo para llenarnos de su infinito amor.